domingo, 5 de junio de 2011

Una historia de amor verdadero



Hola gente hoy les quiero compartir my escrito de clase de redaccion que me valio aprobar el curso
asi que aqui se los dejo



Él esperaba el autobús que lo llevaría a casa. Era un día gris y con lluvia, como todas esas historias cursis de invierno, no era ni más ni menos. Se trataba de una espera tediosa, un fin de semana perdido, un par de cigarrillos antes de dormir y huir de la soledad (qué gran mentira). Ella esperaba en la misma esperanza, a la hora perfecta y en el sitio perfecto, como todas esas historias de amor en donde la mujer es accesible y adecuada para el pretendiente. Ahí esperaban ambos, con el camino vuelto incierto? con la tristeza a flor de piel.
Ella leía a Paulo Coelho y se llamaba Luz María. Él escuchaba una balada en la radio y su nombre era Santiago. Abordaron la ruta 26 con rumbo a los pasivos y exasperantes suburbios de la ciudad dormida. Miraban la publicidad, los automóviles, la gente que buscaba desesperadamente eludir a la lluvia o quizás a la vida. Repasaban el aroma del viento, los problemas semanales, las tareas pendientes, las cuentas, la suciedad de los pasamanos. Eran como un par de botellas de la melancolía más añeja y amarga que se pueda encontrar en una licorería del corazón; claro que tenían sus diferencias, ella con su sonrisa fingida y él con su mirada cargada de lamento.
Antes de bajar del autobús, Santiago se dio tiempo para pensar en ?el hubiera?; sí, ?el hubiera?, ese pretérito imperfecto del verbo haber, que un ser humano debió de inventarse para difuminar un poco la frustración de las oportunidades que se escaparon sin decir adiós. Entonces Santiago se imaginó sorprendiendo a Luz con un buenas, ¿qué hora tienes?, es tarde ¿no?, ¿cuál ruta tomas? Y por consiguiente pensaba a Luz como su nombre, como una luz que alumbraría el anochecer. Después tomarían el mismo autobús, resultaría una química tan buena que platicarían hasta llegar a la terminal. Irían a cenar juntos, acto seguido se besarían, se amarían eternamente y Santiago despertó con el ruido de los frenos que anunciaban su bajada.
De pronto enloqueció el adolescente de 19 años. Regresó a su asiento y simuló que buscaba algo, aunque en realidad sí lo hacía. Buscaba entablar conversación con Luz. Le preguntó si había encontrado una credencial de universitario. Santiago, tímido, aterrorizado, se armó de valor y comenzó a tejer una frágil telaraña para atrapar a Luz, quien a su vez apoyó en la búsqueda del carnet y, como dicen por ahí, el arroz se coció. Ella recién cumplía la mayoría de edad y planeaba estudiar la carrera de Licenciado en Economía. Era asidua a la lectura, aunque sigilosamente, ya que imponía la imagen de la chica fiestera, un poco idiota, un poco fútil. Vivía con sus padres en una colonia de clase media, mientras que Santiago recién probaba las absurdas mieles de la independencia juvenil en el departamento de un barrio oxidado.
Temblorosos y frágiles, entraron en el camino de su soledad y su tristeza. Conversaron largo rato ¿de qué? Ni ellos lo sabían. Bajaron en punto neutral, entre la ciudad de los edificios lúgubres donde vive Santiago y la colonia suburbana hogar de Luz María. Dieron un paseo por el Mercado Kilobombo: una pequeña sociedad trasnochadora que vive del insomnio de turistas dispuestos a pasear por la diversidad de un país hundido. Al son de una mezcla de música ranchera, electrónica, pop, introdujeron sus almas por los pasillos húmedos, viejos, de aquel hermoso infierno representado por un conjunto de locales comerciales. Se detuvieron a hojear revistas, admiraron estatuillas de charlatanería espiritual, imaginaron el sabor del alfajor y la cajeta, compraron algún suvenir, repasaron los ojos de vagabundos y ancianas que pedían una moneda para alimentar el círculo vicioso que es la vida.
Finalmente se establecieron para cenar pozole. A Leticia, ex-novia y actual amiga de Santiago, le encantaba comer pozole y pasar largos ratos vagando por el mercado; él soñaba con cambiarle el mortificado rostro al mundo y ella le reclamaba insaciablemente su absurdo hábito de fumar. Luz encendió un cigarrillo y ordenó un plato chico, no estaba muy acostumbrada a los inmundos ambientes de la ciudad. Frente a ellos un señor, con guitarra en mano, interpretaba una canción de José Alfredo, Un Mundo Raro.
? ¿Por qué fumas? ? pregunta ella por hacer conversación.
? Porque no sé del dolor y nunca he llorado ?
Ríe e insiste en preguntar ? En serio, ¿por qué? ?
? Hay varios tipos de fumadores, yo soy de una especie muy extraña, la de los jodidos que no tienen mejor adicción que aspirar y despedir humo por la boca ?
? Mira, qué buen argumento ?
Luz María fuma y toma café, sin descanso, por la presión del entorno que exige su entrada a la universidad. Estudia demasiado, sin embargo a sus seres queridos no parece importarles el esfuerzo. Al término de la cena invitó a Santiago a bailar. Él no aceptó la propuesta porque en principio no sabe bailar, además de que no le apetece el ruido excesivo del reggaetón, ni los espectáculos de una masa de jóvenes ebrios con futuro de resacas y sin ideas, a lo que ella responde:
? Una de dos: no sabes olvidar al mundo y su locura o no gozas de una buena compañía ?.
Subieron a los taxis o, no mal dicho, a sus destinos.
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El llego a ese departamento que desde ese día no era el mismo, desde ese día estaba tan gris y obscuro, el simplemente prendió otro cigarro, aventó su mochila en un rincón y se recostó sobre su cama y sin darse cuenta le amaneció, Aun en su mente se dibujaba el rostro de Luz ese rostro que sin saberlo ni uno ni el otro, sin esperarlo lo había enamorado. Incierto sobre ese extraño sentimiento, tomo una ducha, sentía recorrer el agua por su espalda, después de esa noche todo había cambiado, ahora no podía sacarse de la mente ese rostro, quería volverla a ver. Tuvo que salir, era tarde para ir a el colegio, simplemente tomo su mochila y divago sin un rumbo fijo o un horizonte, recorrió ese barrio oxidado y lo vio como nunca lo había visto, tanto movimiento, tan lleno de vida que disfruto el paisaje, algunos niños que iban demasiado tarde a la escuela, algunas madres platicando a las puertas de la escuela, todo era extrañamente diferente.
Llego a la parada de el metro esperando reconocer entre la multitud ese rostro que tanto le había cautivado apenas unas horas antes, sin embargo no tuvo éxito, vio acercarse a lo lejos ese gusano naranja, que dentro cogía tantos sentimientos e ilusiones rotas, pero a el no le importaba, el simplemente pensaba en como poder volverla a ver. Simplemente pensaba en eso.
Había pasado tan solo un día, y él había sentido que habrían pasado años, de repente llego una idea a su cabeza, una idea realmente tonta tal vez nunca funcionaria, y de repente sin darse cuenta puso en marcha su plan, estaba hay justamente donde la había conocido, estaba en ese mismo lugar donde tomo esa ruta 26 que había cambiado su forma de ver el mundo, la tarde era gris y amenazaba con caer una tormenta, pero él no le importaba con tal de volver a ver la Luz de sus días, paso el tiempo lentamente, pasaron una ,dos, tres horas. Solamente la gente que pasaba junto a él escapando de la tormenta lo miraban de una manera extraña, como si estuviera poseído o como si fuera censurado. Dieron las doce, simplemente marchaba arrastrando los pies sobre los charcos que la lluvia había dejado a su paso, aquellas manchas que eran el reflejo de la batalla perdida de la calle ante la naturaleza, la caída de lo moderno frente a la naturaleza, una vez más?
Así pasaron los días, las semanas, tal vez meses, ni siquiera él lo sabía, se había enfrascado tanto en su misión de encontrar una vez más a esa chica perfecta, pero que parecía cada día era más imposible de volver a ver, decidió dejar atrás ese pasado, ese pasado del cual habría aprendido algo, a la persona nunca se le olvida, que era mejor olvidar lo malo que pudiera haber pasado. Así entro en un círculo vicioso de relaciones fugases y promiscuas, que parecían traerle placer instantáneo, un placer narcisista, que solamente duraba mientras estuviera bajo el efecto de ese néctar dulce, que parecía ser la solución a todos los problemas del mundo sin darse cuenta que traía mas y mas problemas.
El ya no era mismo, su cabello ya no era corto y arreglado, sus ojos miraban un poco mas allá de lo que veía la gente normal, en tan poco tiempo había aprendido tanto de la vida, la vida le había enseñado tanto, estaba una vez más a punto de subir a ese gusano naranja que tantas experiencias, ilusiones y pensamientos había recogido desde la última vez que había estado en él, su mente y su corazón le hablaban, le recordaban un sentimiento tan grande pero que estaba demasiado dentro de sí mismo, a lo lejos vio un rostro conocido, un rostro especial , era Luz, era ella, ella era diferente, llevaba una falda un poco más corta que aquella ves, llevaba una pequeña mochila colgada al hombro, era ella, era esa persona que tanto había esperado, era ella no lo podía dudar, corrió por entre la gente, esquivo a todas las personas que se le atravesaron en su camino, empezaba a perderse entre la multitud, no lo podía creer estaba tan cerca del objetivo que había buscado tanto tiempo, corrió cuanto pudo, salió a un largo pasillo un poco mas vacio, haya iba ese cabello largo caminando y tratando de huir de el, el corría porque su corazón se lo mandaba, aunque su cabeza le obligaba a detener, (al fin y al cabo así estaba bien,) había esperado tanto ese momento y hay estaba tan cerca, corrió cuanto más pudo, a cada momento ella se veía mas y mas lejos, ella doblo a la izquierda por ese pasillo que daba a las escalera que salían hacia el mar de la ciudad, esa tormenta que juntaba tantas personas, tantas emociones tantas formas de gritar, y eso fue lo que hizo:
- LUUUUUUUUUUUZ!!!!
Ella volteo casi instintivamente, el solamente sintió que una vez más la vida tenía sentido, ese sentimiento que había estado guardado renació instantáneamente, una sonrisa fue lo que emano su boca, ella simplemente no sabía que decir, ella tampoco había olvidado lo pasado, también había sido un día especial para ella, ella simplemente no esperaba volver a encontrarlo, no olvidaba lo que paso, las lecciones aprendidas desde aquella noche, ella no sabía qué hacer. Empezaba a llover poco a poco y simplemente ellos eran un punto de calma entre la gente que avivaba mas y mas esa marea humana, ellos simplemente ?disfrutaban? el momento, la lluvia empezaba a arreciar, ella simplemente sonreía, el estaba extasiado, el había visto premiados sus esfuerzos, el podía ser feliz.
La lluvia había arreciado lo suficiente como para que las personas hayan corrido a refugiarse dejándolos solos, debajo del llanto del cielo, simplemente un abrazo, un beso, tal vez el mejor de sus vidas, por ahora. El la tomo de la cintura, la levanto y empezaron a danzar debajo de la lluvia, la lluvia como testigo mudo y pasajero de ese momento que tanto habían esperado ambos, en la bajo, despegaron sus labios, aprendieron que el amor puede atacar en pocos momentos y ese sentimiento puede persistir ante el tiempo y el espacio.
Ambos tomaron el camino largo hacia el mercado Kilobombo, no importando si la lluvia, si los charcos, ellos eran felices uno junto al otro.










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